Poeta y autor de sátiras inglés
- Uno de los últimos representantes de poesía metafísica inglesa.
- Obras: A su esquiva amada, El jardín...
- Género: Poetas metafísicos
- Padres: Andrew Marvell y Anne Pease
Andrew Marvell nació el 31 de marzo de 1621 en Winestead, Yorkshire.
Hijo de Anne Pease y del reverendo Andrew Marvell.
Cursó estudios en la Universidad de Cambridge.
Fue ayudante de John Milton entre 1657 y 1659. Escribió muchos poemas de elogio a Oliver Cromwell, entre los que destaca la 'Oda horaciana al regreso de Cromwell de Irlanda', que está considerada como uno de los grandes poemas políticos.
Desde 1659 hasta su fallecimiento el 16 de agosto de 1678, fue parlamentario.
Escribió contra la corrupción de la monarquía, como en Últimas instrucciones a un pintor (1667), Britannia y Raleigh, y Poema sobre la estatua del mercado (1672).
Andrew Marvell falleció en Bloomsbury, Londres, el 16 de agosto de 1678.
A SU ESQUIVA AMADA
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De tener tiempo y mundo suficientes,
no sería delito tu recato.
Dónde ir pensaríamos, sentados,
y en pasar nuestro amor en largo día.
Tú, en las riberas índicas del Ganges
en busca de rubíes; yo, plañendo
en las ondas del Humber. Te amaría
desde diez años antes del Diluvio:
y rehusar podrías, si quisieseis,
hasta la conversión de los judíos.
Mi vegetal amor se extendería
más vasto que un imperio y más despacio.
Unos buenos cien años yo daría
para alabar tus ojos y tu frente,
doscientos adorando cada pecho:
y quizá treinta mil en cuanto resta.
Mil años, por lo menos, cada parte,
si al fin tu corazón se me mostrase.
Pues, Señora, mereces tal respeto;
y amarte no podría a menos precio.
Pero, detrás de mí, yo siempre escucho
la carroza del tiempo, inexorable:
y allende de nosotros se dilatan
desiertos de la vasta eternidad.
No tendrás todo el tiempo tu belleza,
ni habrá de resonar en tu sepulcro
el eco de mi canto: pues gusanos
probarán tu inmortal virginidad:
tu honor sin par se habrá tornado polvo;
muertas cenizas todo mi deseo.
La tumba es un lugar íntimo y bello,
pero creo que allí nadie se abraza.
Por eso, ahora, cuando un fresco tinte
vive en tu piel cual matinal rocío,
y mientras tu alma diáfana transpire
por cada poro fuegos instantáneos,
vámonos a gozar mientras podamos;
como amorosas aves de rapiña,
devoremos al punto nuestro tiempo,
en vez de perecer entre sus fauces.
Envolvamos, pues, todas nuestras fuerzas,
nuestra dulzura toda, en una esfera:
nuestros placeres, bastos, adentremos
por el portal de hierro de la vida.
Si parar no podemos nuestro sol,
al menos obliguémoslo a correr.